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Aquí os dejo una muestra de lo que voy escribiendo. Muchas obras se desarrollan en el espacio rural de la provincia de Álava, aunque aparecen otros lugares como Jaén o Madrid. Cuando vuelvo al pueblo, a veces me siento como un turista, pero estoy permanentemente, a pesar de que ese universo cambia constantemente. Lo mismo que yo: hoy no soy lo que fui, ni soy lo que seré.

Cuando siempre son las cinco

CUANDO SIEMPRE SON LAS CINCO


Paradójicamente existe el espacio, pero no el tiempo, siguen sien-do las cinco. Bueno sí, tengo conciencia de un futuro inminente y nega-tivo, pero no hay pasado, sólo un presente que se proyecta quizá a un futuro tan próximo que es casi simultáneo al momento actual. El espa-cio no es único, no es una habitación ni un teatro, no es un bosque ni una llanura, sino mi casa vacía de mi pueblo pequeño, las calles de Madrid, la lluvia o la nieve, un rincón boscoso en el que tampoco está ella y por lo tanto no hay nadie, aunque las personas caminen junto a mí por las calles. El presente se proyecta hacia adelante como su propia sombra: nunca estará (ni en mi casa, ni por las avenidas de Madrid, ni bajo la lluvia...), ha desaparecido del universo y sólo queda en mi men-te, que no la busca, sino que la añora con una consistencia tan opresiva como las paredes de mi cuarto, como las sábanas de mi cama, como la lluvia fina y persistente que riega los cristales. Me planteo si bajar a la cocina y beber un vaso de agua, pero no puedo moverme. No es porque las piernas no me sostengan sino porque me niego a ordenar a mis músculos que me alcen. Ella no estará allí, ni tampoco al otro lado de la ventana, ni en el jardín ni bajo el olivo. Sin saber por qué me decido, me pongo a caminar descalzo y las escaleras son substituidas por la hoja-rasca otoñal de la sierra de Arkamo, fría y mojada, incisa. Me duelen los pies del frío y de los pinchos y olvido que sólo me había levando a beber un sorbo de agua. Olvido mi casa y mi habitación. Ahora estoy aterido. Me encuentro bajo un encinar, acurrucado junto a un murete de pie-dras irregulares. No deja de llover. Un coche pasa por la estrecha carre-tera cercana y me doy cuenta de que estoy allí porque tampoco está ella, porque ella nunca ha montado en ese coche gris que no transporta a nadie. No puedo moverme. ¿Qué hago allí en calzoncillos, con los pies desnudos y rebozados de barro arcilloso, cubierto tan sólo (quizá) por un albornoz blanco? Los troncos de los árboles son rugosos y estrechos. Tengo miedo. Detrás de los troncos hay más troncos y ruidos de hocica-das en la tierra. Gruñidos. Sobre las copas de los árboles hay un en-tramado de ramas y de hojas que forman una bóveda espinosa y envol-vente. Ya no puedo soportarlo más. Por eso (y porque no tenía que mo-rir) noto el calor de una manta gruesa aunque ligera. Sé que es marrón y sé que ha dejado que llover. No. No ha dejado de llover. Nunca ha llo-vido. Es mi sudor. No puedo mover las piernas porque una sábana en-sortijada se ha enrollado alrededor de ellas como una serpiente blanca en una cama inmensa, lujuriosa, tenaz, quiere aparearse con mis pier-nas.

Esto sólo es el principio. Si quieres seguir jeyendo, puedes pedirme el resto por e-mail.

Nací en Vitoria. Empecé a escribir pronto. Continué dando recitales poéticos en los sitios más insospechados de Madrid. Después de tres poemarios, dejé la poesía: a casi nadie le interesaba. ¿Cuántos lectores de poesía hay en este país? Escribí algunos relatos. Luego terminé Filología Francesa, hice oposiciones a profesor de Instituto y viví en varios lugares de Andalucía y de Francia.

Se me ocurrió que de mayor querría ser abogado. Hice Derecho, pero cuando lo terminé, cambié de opinión. Había descubierto que la igualdad entre Derecho y Justicia es una de las grandes falsedades a que la humanidad está sometida. Nuevamente quise ser escritor y me puse a ello de nuevo.

He participado en múltiples actividades de todo tipo (demasiadas y demasiado heterogéneas), entre ellas he dirigido (y dirijo) revistas de centros de enseñanza ( La Revista Palabra, Artejaén ).

Me gano la vida como profesor de Francés de la Escuela de Arte "José Nogué" de Jaén. También doy clases en la UNED.

Ponte en contacto conmigo: orruorru@gmail.com